La red de protección, de Andrea Camilleri
Un grupo de películas de plano fijo apuntando a una pared; grabadas aparentemente en los años cincuenta del siglo pasado. La quietud criminal en Vigatà permite a Montalbano iniciar una investigación aparentemente intrascendente y que parece más un divertimento que otra cosa. Un divertimento que, sin embargo, tendrá sus consecuencias.
Pero es sólo el comienzo. Después de la enésima discusión con Livia, cuando coge el avión para verla y hacer provisionalmente las paces, un delito de verdad, visto en la televisión, le obliga a volver anticipadamente. Un delito que nos conecta con uno de los problemas sociales más graves y a los que en España se presta bastante menos atención de la debida.
Un pueblo, Vigatà, que, además, se encuentra patas arriba. El hermanamiento con la ciudad sueca de Kalmar lo transforma en un plató que cubre todos los aspectos de la ciudad. Y ello provoca algún problema que otro en el equipo del comisario.
Y, desde luego, los problemas típicos de la Administración italiana y los conflictos entre interpersonales. Pero, paradójicamente, es el primer caso en que la acción del recepcionista Catarella se revela absolutamente eficaz para la resolución de un crimen. Eso sí, sin pedir corrección lingüística.
Una novela en la que Camilleri se encuentra suelto. Es la primera con Montalbano de protagonista en la que su ceguera le impide escribir y tiene que dictar la novela a su eficaz colaboradora Valentina Alferj. Posiblemente la distancia que provoca que no relea lo escrito, que meramente dicte y escuche, hace que se atreviera a cosas que antes no realizaba. Un tanto juguetón.
De hecho, es la primera novela en la que los adolescentes tienen un papel relevante en la novela. La dualidad entre su negación con los dispositivos móviles y su eficaz conversación no dejó de resultar extraño a Montalbano. Pero, al mismo tiempo, la dificultad de comunicación paterno filial y la facilidad que tienen con terceros. Una realidad que surge por vez primera en la serie. Igual que es la primera ocasión en la que la informática, internet y las redes sociales son protagonistas de la generación y resolución de un crimen.
En alguna ocasión se ha hecho algún estudio sobre el grado de alcohol que tomaba James Bond. Sería curioso examinar el efecto que tiene las comidas en la trattoria de Enzo y las cenas copiosas que le prepara Adelina. Podríamos incluso decir que, al igual que ocurrió con la cocina de Carvalho, que dieron pie a un libro de recetas, debería publicarse un recetario de la cocina siciliana que recorre las novelas de Camilleri y que constituyen el placer diario de Montalbano. Mucho pescado, verdura y pasta…
Una novela para las vacaciones diferentes que tendremos.