Un hecho real, la presencia del príncipe etíope Brhané Sillasié en Caltanissetta entre los años 1929 y 1932, como estudiante de la Real Escuela Minera, da pie a Andrea Camilleri a escribir esta novela del absurdo; pero que refleja perfectamente lo que era la Italia fascista, en una mezcla de idiotez, autoritarismo, papanatismo y culto a la personalidad.

“El sobrino del príncipe” es una novela simpática escrita, de forma original, a partir de oficios de las autoridades fascistas, unos pocos recortes de prensa y algunos fragmentos de conversaciones entre los que mantenían el diálogo oficial. Una novela menor, pero muy interesante, dentro de la obra de Camilleri pero en la que se salió de forma original de la zona de confort que le proporcionaba Montalbano.

La historia dispartada narra las peripecias de Vigatà (el pueblo de Montalbano, donde Camilleri sitúa la presencia del príncipe abisinio) cuando llega un príncipe negro, guapo, mujeriego, jugador y derrochador que va a cursar estudios de Minería. Porque más que nada es una historia del pueblo y una historia de la Administración que se enfrenta a la llegada del príncipe. Algo que el Estado fascista no está en condiciones de asumir fácilmente, pero en donde la apariencia pesa más que la realidad.

El choque cultural es brutal. La negritud del visitante pasa a ser el elefante en la habitación que a todos los fascistas molesta pero que no pueden exteriorizar para no perjudicar los intereses del Duce. Las apreturas económicas del municipio saltan por los aires para hacer frente a los adelantos de dinero que necesita el Príncipe y, en fin, el burdel del pueblo hace su agosto.

Planteadas así las cosas, todo lo que puede salir mal, sale mal. La patética lucha por la imagen de los fascistas queda eclipsada por la naturalidad del comportamiento del Príncipe. Y por ello, resulta bastante simpática.

La novela puede servir de homenaje al oficio administrativo. Un tipo de escrito administrativo, hoy denostado en aras de la flexibilidad y del correo electrónico, pero que articula un régimen de relación administrativa en donde se dice mucho más de lo que parece. Desde el conciso mensaje hasta la forma de saludar y despedirse, da pie a imaginar cuál es la relación entre emisor y receptor. En la novela, todo ello muy aderezado con el discurso fascista que impregnaba cada renglón del oficio. Algo similar a lo que ocurría en España hasta hace bien poco tiempo. 

De hecho, el oficio, con su registro de salida y de entrada, es un instrumento muy útil para examinar la eficacia de la Administración, más allá de lo que la palabra hueca quiere significar. Un escrito que deja constancia y que consta en el expediente. En los archivos administrativos de Alcalá seguro que se encuentra material para hacer una versión española de este “sobrino del emperador”.

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