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Tras Homo Sapiens y Homo Deus llega el tercer libro de Harari; 21 lecciones para el siglo XXI. Un libro estimulante de divulgación sobre el futuro que tenemos a la vuelta de la esquina y cuyos contornos empiezan a dibujarse. Se esté o no de acuerdo, conviene leerlo.

Cuatro son las ideas básicas que desarrolla en el libro.

La soberanía es, debe ser, limitada. No es la consecuencia de la globalización a que me he referido en otras ocasiones. Es la consecuencia de que actos y consecuencias tienen un impacto mundial. El calentamiento global es el más conocido pero hay otros que se van desplegando día a día. La solución no es nacionalista, que es una farsa de lo ocurrido en el sigo XX, sino que tiene que proporcionar una visión global, para la sociedad mundial.

La desigualdad que viene es económica y, como consecuencia de ella, física. Si la primera es bien conocida, ya que la historia de todas las sociedades es la historia de las luchas de clases, la segunda es consecuencia de la cuarta revolución industrial. Los nuevos tratamientos de biotecnología y la infotecnología se están desarrollando a tal velocidad que harán que sean accesibles a la ciudadanía. O se remedia o el criterio será económico. Habrá ciudadanos de proyectos de segunda dependiendo de los procesos a los que se hayan sometido. Más altos, más fuertes, con más resistencia a la enfermedad y más inteligentes.

Elogio de la laicidad. Las religiones no están sabiendo ver el desarrollo del mundo y solo están siendo vehículos de control moral; cuyas conclusiones nada tienen que ver con la verdad revelada. Una verdad revelada que, en realidad, no es sino la plasmacion de ideales de un segmento social que quería imponer una forma de ver el mundo y sustentada sobre el desconocimiento de los procesos naturales.

Quien controla los datos controla la sociedad. No es un problema de la propiedad de los datos sino de su gestión. La gestión individual es intrascendente económicamente y lo que es relevante son las operaciones con muchos datos, donde se obtiene el beneficio. Se debe plantear, en mi opinión, una gestión de la función social de los datos personales para que redunde en beneficio colectivo.

A partir de estas cuatro ideas se estructura el libro. Ya su mera enunciación hace ver que se trata de un libro de interés. No hay un tratamiento específico de cada uno, sino un análisis de las relaciones entre ellos. La prosa, fresca, sugerente y provocadora, envuelve al lector.

Pero resulta relevante el añadir dentro las consecuencias sobre la democracia liberal, que “no sobrevivirá a la fusión de la biotecnología y la infotecnología”. Un dato que está fuera del debate público. Posiblemente, porque, como en el Cuento XXXII del conde Lucanor , gran inspiración del Traje nuevo del emperador de Andersen, el rey está desnudo. Pero esa es una historia que contaremos en otra ocasión.

Dicho todo lo anterior, que el libro resulta de interés, no es menos cierto que está sobrevalorado. Los análisis resultan superficiales, las ideas expuestas de forma muy lineal, sin aristas y en un planteamiento de blancos y negros. Acaso sea lo mejor para llegar a más gente, pero desde luego, no se puede considerar un libro de pensamiento profundo ni que vaya a resolver las claves del convulso comienzo del siglo XXI.

 

 

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  • Título: 21 lecciones para el siglo XXI
  • Autor (es): Yuval Noah Harari
  • Sello: DEBATE
  •  Fecha publicación: 08/2018
  • ISBN:9788499928777
 

Tras Homo Sapiens y Homo Deus llega el tercer libro de Harari; 21 lecciones para el siglo XXI. Un libro estimulante de divulgación sobre el futuro que tenemos a la vuelta de la esquina y cuyos contornos empiezan a dibujarse. Se esté o no de acuerdo, conviene leerlo.

Cuatro son las ideas básicas que desarrolla en el libro.

La soberanía es, debe ser, limitada. No es la consecuencia de la globalización a que me he referido en otras ocasiones. Es la consecuencia de que actos y consecuencias tienen un impacto mundial. El calentamiento global es el más conocido pero hay otros que se van desplegando día a día. La solución no es nacionalista, que es una farsa de lo ocurrido en el sigo XX, sino que tiene que proporcionar una visión global, para la sociedad mundial.

La desigualdad que viene es económica y, como consecuencia de ella, física. Si la primera es bien conocida, ya que la historia de todas las sociedades es la historia de las luchas de clases, la segunda es consecuencia de la cuarta revolución industrial. Los nuevos tratamientos de biotecnología y la infotecnología se están desarrollando a tal velocidad que harán que sean accesibles a la ciudadanía. O se remedia o el criterio será económico. Habrá ciudadanos de proyectos de segunda dependiendo de los procesos a los que se hayan sometido. Más altos, más fuertes, con más resistencia a la enfermedad y más inteligentes.

Elogio de la laicidad. Las religiones no están sabiendo ver el desarrollo del mundo y solo están siendo vehículos de control moral; cuyas conclusiones nada tienen que ver con la verdad revelada. Una verdad revelada que, en realidad, no es sino la plasmacion de ideales de un segmento social que quería imponer una forma de ver el mundo y sustentada sobre el desconocimiento de los procesos naturales.

Quien controla los datos controla la sociedad. No es un problema de la propiedad de los datos sino de su gestión. La gestión individual es intrascendente económicamente y lo que es relevante son las operaciones con muchos datos, donde se obtiene el beneficio. Se debe plantear, en mi opinión, una gestión de la función social de los datos personales para que redunde en beneficio colectivo.

A partir de estas cuatro ideas se estructura el libro. Ya su mera enunciación hace ver que se trata de un libro de interés. No hay un tratamiento específico de cada uno, sino un análisis de las relaciones entre ellos. La prosa, fresca, sugerente y provocadora, envuelve al lector.

Pero resulta relevante el añadir dentro las consecuencias sobre la democracia liberal, que “no sobrevivirá a la fusión de la biotecnología y la infotecnología”. Un dato que está fuera del debate público. Posiblemente, porque, como en el Cuento XXXII del conde Lucanor , gran inspiración del Traje nuevo del emperador de Andersen, el rey está desnudo. Pero esa es una historia que contaremos en otra ocasión.

Dicho todo lo anterior, que el libro resulta de interés, no es menos cierto que está sobrevalorado. Los análisis resultan superficiales, las ideas expuestas de forma muy lineal, sin aristas y en un planteamiento de blancos y negros. Acaso sea lo mejor para llegar a más gente, pero desde luego, no se puede considerar un libro de pensamiento profundo ni que vaya a resolver las claves del convulso comienzo del siglo XXI.

 

 

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