Noel Ceballos, El pensamiento conspiranoico. Terraplanismo, Illuminati, ufología o cómo la paranoia se ha convertido en la herramienta perfecta para pensar el mundo. Aspa, 2021.

Como se explica en la pág. 16, la palabra conspiranoico, habitual desde hace varios años en el lenguaje común -siempre o casi siempre, con tono de denuncia de estarse ante algo surrealista, cuando no disparatado- constituye un mix de conspiración y paranoia y puede definirse como “la tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración”. Para añadir lo siguiente: “La conspiranoia puede ser un interés o una forma de vida (a menudo arranca como lo primero para, poco a poco, terminar convirtiéndose en lo segundo). Por ello, el objetivo del libro que tienes entre manos es bien sencillo: dilucidar qué mecanismos históricos y sociológicos se pusieron en marcha hacia finales de la década de 2010 para que el planeta entero viviese ese lento e inexorable proceso de transformación del pensamiento conspiranoico, de interés a forma de vida, sin apenas darse cuenta”. Sabiendo todos que, por supuesto, no estamos ante algo nuevo: esa manera de pensar “tiene a sus espaldas siglos de historia y (…) ha demostrado una vez más una (gran) capacidad para mutar y adaptarse a todo tipo de contextos, similar a la que podríamos atribuirle a un virus”. En pág. 19 se precisa algo más: “una de las bases del pensamiento conspiranoico es que todo está conectado”; “la conspiranoia es, en esencia, la capacidad para construir un relato convincente a partir de hechos dipares”. Y ainda mais en págs. 23 y 24: “En el fondo, se trata de intentar ordenar el caos cacofónico de la vida moderna, lo que no diferenciaría tanto al pensamiento conspiranoico del religioso. En lugar de aceptar que las sociedades contemporáneas han llegado a un nivel tal de aceleración que nos es absolutamente imposible plantear una teoría del todo, la conspiranoia propone una motivación oculta o causalidad que niega el azar, la torpeza inherente a toda burocracia o la multiplicidad de puntos de vista. Sólo hay una explicación racional para absolutamente todo lo que nos ocurre: que forma parte de un diseño preestablecido”. Así las cosas, la alternativa no sería sino caer en el nihilismo, en el que cada quien (y el género humano en su conjunto) estaría flotando a la deriva.

No hace falta decir que el tono del autor es el de un implacable Fiscal acusador, que pone la diana en primer lugar en Estados Unidos y, en concreto, en eso que conocemos como el trumpismo, palabra que, una vez más, no se emplea precisamente para elogiar: “La actual era de la posverdad constituye, como es lógico, un terreno especialmente fecundo para este tipo de ideas. Una encuesta de YouGov, celebrada a mediados de 2020, sugiere que un 28% de la población estadounidense está convencida de que Bill Gates quiere usar las vacunas como caballo de Troya para implantar microchips en nuestros cerebros. El porcentaje crece hasta el 44% entre los votantes del Partido Republicano”: pág. 25.

El libro es -vaya por delante- interesantísimo y digno de elogio, para empezar porque el autor en ningún caso oculta que lo suyo no es describir el fenómeno desde la asepsia. Antes al contrario, entiende que estamos ante una patología -una enfermedad, sí- y, para despellejar a los que la sufren, lo que empieza haciendo es caricaturizar el producto. Por eso, no resulta de extrañar que utilice mucho esa arma intelectual tan poderosa como es la ironía, con la que, como resulta notorio, se llega mucho más lejos que con el insulto o la diatriba descarnada. Sentada esa premisa metodológica, no exageraría quien afirmase que estamos ante un libro de lo que los franceses llaman historia de las mentalidades, como lo sería, por poner un precedente ilustre, la tesis doctoral de José Ortega y Gasset en 1904 sobre “Los terrores del año mil”. Se trata de autopsiar el inconsciente colectivo de una determinada sociedad o de un grupo importante dentro de ella para terminar diagnosticando que estamos ante una auténtica disonancia cognitiva.

El texto, de un total de 259 páginas (que se leen de un tirón, eso sí), distribuidas en una introducción, quince capítulos y unas “notas para un epílogo conspiranoico”, en las que el autor termina declarando -pág. 252- que “no sé hasta qué punto me he contaminado sin ser del todo consciente”. Como es natural, vistas cada una de esas diecisiete unidades de pensamiento, habrá quien entienda que son mejores unas u otras. Si el autor de esta breve reseña tuviera que optar por alguna, lo haría en favor del capítulo 3, “La cábala internacional o el antisemitismo a través de los tiempos”, págs. 62-77: en tan condensado espacio, el autor pone sobre la mesa todos los datos intelectuales del relato contra los judíos (con Los protocolos de los sabios de Sion en el lugar central, como es obvio) a lo largo de los siglos XIX y XX para concluir con palabras lapidarias: “El antisemitismo es (…) la raíz esencial de toda conspiranoia moderna; la respuesta a problemas y catástrofes que, en muchos casos, aún ni tan siquiera han sucedido. Pero ya existe un enemigo, un ellos, plenamente consolidado para hacerles frente cuando eso ocurra. Fue así en el siglo XX, y así sigue siendo hoy”.

Y, si acaso hubiese que seleccionar también un accesit entre los capítulos, este plumilla se lo daría al 11, “El viejo arte del magnicidio”, págs. 185-201, donde se pasa concienzuda revista a los asesinatos de los prominentes, para poner el foco, con un humor particularmente fino, en el de John F. Kennedy: “Basta de preámbulos. Si el magnicidio es a la conspiranoia lo que las arias a la ópera, lo que le ocurrió a JFK en Dallas la mañana del 22 de noviembre de 1963 sería Nessun dorma. Cantada por Pavarotti. En La Scala. Durante la noche del estreno. Retransmitida en directo para todo el mundo por unas cinco cámaras de televisión estratégicamente colocadas alrededor del escenario. En sonido 4K envolvente. Si hay una teoría de la conspiración que absolutamente todo el mundo conoce, sin importar su edad o procedencia, es ésta. El asesinato de Kennedy es el plato principal, la pièce de resistence, el momento de la verdad, la gran obra maestra a la que la mente conspiratoria vuelve una y otra vez, incapaz de agotarla porque, de hecho, parece virtualmente inagotable. Siempre habrá algún pequeño detalle que podría habérsele escapado al resto de investigadores, una pista oculta en los posos de café, una clave secreta que (…) nos ayude a llegar, de una vez por todas, hasta el fondo del asunto”: pág. 198.

No hay que seguir transcribiendo párrafos, porque de lo que se trata es de animar a la lectura del libro como tal y de manera íntegra. Habrá quien considere que, por los asuntos que el autor se deja en el tintero -un ajuste de cuentas de parecida intensidad, por ejemplo, con lo que ocupa el otro lado del pensamiento americano del momento, la que se conoce como cancelación, asociada por principio a la izquierda y en general al mundillo académico-, estamos ante un trabajo ideológicamente sesgado. Y lo mismo podría desprenderse del hecho de que los conspiranoicos españoles del noreste -aquellos , verbi gracia, que dividen el territorio nacional entre su aldea y un Madrid que abarcaría el resto de la piel de toro, así como las islas, Ceuta y Melilla- salen indemnes porque no se les dedica la menor mención. Pero lo cierto es que estamos ante la típica acusación frente a la que resulta fácil la defensa: amén de recordar el principio obvio de que cada quien tiene derecho a pensar como quiera, está el hecho igualmente evidente de que, a la hora de diseñar un producto intelectual, de delimitar lo que va a estudiar y lo que se va a dejar al margen, cada autor es plenamente libre. Soberano, incluso. Y de este trabajo -de lo que si se ha optado por incluir en él- cabe decir que merece, sí, un aplauso cerrado y sin reservas.

Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz

Ensayo

El pensamiento conspiranoico

Noel Ceballos

Arpa, 2021

264 páginas