“La desaparición de Stephanie Mailer”, de Jöel Dicker

En el tranquilo (y ficticio) pueblo de Orphea, situado en la zona de The Hamptons, un área del Estado de Nueva York que sirve de descanso a las clases adineradas, la tranquilidad se rompe por la primera edición del Festival de Teatro. No obstante, pese a la importancia del evento, cuatro asesinatos (Meghan Padalin, una joven que hacía deporte, y Joseph Gordon el Alcalde de Orphea y su familia) rompen la paz estival. Era el año 1994.

20 años después, Stephanie Mailer aparece en la fiesta de despedida de uno de los agentes que resolvieron el caso. Le señala que fue una resolución en falso y que no vieron que tenían delante al verdadero homicida. Al poco es asesinada en un lago próximo al pueblo. Es lo que hace que los dos investigadores de entonces, Jesse Rosenberg y Derek Scott, ayudados por una joven recién llegada de Nueva York, Anna Kaner; intenten reconstruir el pasado para encontrar al asesino de Stephanie Mailer.

Dicker nos ofrece una novela que engancha de comienzo a fin. Primero por la psicología de los personajes, envueltos cada uno de ellos en un auténtico drama personal. Infidelidades, drogas, depresión, fallecimientos, homicidios, hospitales, alcohol, corrupción, prostitución, acoso en el colegio, acoso laboral, egocentrismo, amistad, machismo son ingredientes que van apareciendo a lo largo de las páginas del libro. 

Es, desde este punto de vista, una novela en la que los sentimientos y caracteres personales de los protagonistas constituyen un elemento central del libro.

Pero, al igual que hizo en su anterior novela, La verdad sobre el caso Harry Quebert, Dicker nos hace una exhibición de un manejo impecable del juego entre pasado y presente. En esta ocasión, la dificultad que tuvo la resolución de un caso hace veinte años se analiza con la visión de hoy en una interacción constante. Interacción que permite ir introduciendo elementos novedosos de la historia casi página a página para que el lector no pierda el interés; sino todo lo contrario.

La novela se resolverá con la noche negra, la expresión que aparece a lo largo de sus páginas y que debe ser la clave para resolver el misterio, tanto en cuanto al autor como al móvil. Realmente logrado, por más que algún aspecto pueda resultar injusto. El último guiño del autor al juego de historia y presente hace que la novela dé un giro inesperado en el último momento hasta su resolución final. Un final que aúna a The Hampton con el Parque Nacional de Yellowstone, que se encuentra casi en la otra costa de los Estados Unidos. 

Una novela, en fin, con la que merece la pena pasar unos buenos ratos. Invito a su lectura.