La libertad de expresión es una de las bases del sistema democrático. Y, paradójicamente, está sometida a presiones considerables en los últimos años que nos colocan en una situación complicada. ¿Cuántas veces ha sentido un artista el miedo a que se descontextualice lo que está diciendo para que sea conducido ante los Tribunales? ¿En cuántas ocasiones la crítica dura a las instituciones ha ocasionado la condena de sus autores, aunque muchos años después haya sido solucionado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Estas son las críticas a las que estamos más acostumbrados, las que provienen del poder. En la actualidad, hay un motivo complementario de preocupación, derivado de la censura que se está provocando por parte de terceros, que conduce a la autocensura por el qué se dice.
Políticamente correcto, se dice. Ofendiditos, dice Lucía Lijtmaer; un libro interesante sobre los límites de la libertad de expresión, o para ser más ajustado, sobre la criminalización de la propuesta. Un libro breve al que hay que echar en cara dos cosas: una estructura más clara y una articulación más clara del discurso en desarrollo de su tesis:
“La tesis de este texto es, en definitiva, que el señalamiento al moralista “ofendididto” en realidad no hace otra cosa que ocultar interesadamente la criminalización de su derecho, de nuestro derecho como sociedad, a la protesta”.
Posiblemente el título y la expresión pudieran ser mejorables ya que que sólo se explican en el contexto del fiero analista al que se refiere como contrapunto. Todo ello en un contexto político determinado, que viene del mundo anglosajón, de los Think tank desarrollado desde los años ochenta para expulsar al pensamiento crítico de izquierda de la esfera pública. No hay más que ver qué ocurre en los medios de comunicación actuales, y cuál es la prevalencia de ideologías manifiestamente reaccionarias. De hecho, las fakes news, son hoy hechos alternativos, que permiten, en principio, cualquier aberración carente de toda base racional.
El libro, en este sentido, merece la pena su lectura. Pero más aún, afrontar las bases de un debate en el marco de una sociedad democrática. Estoy convencido que este spot publicitario de la revista Hustler hubiera concluido de forma muy diferente a lo que resultó de la sentencia Huster v. Fallwell
Por ello, para defender las bondades del sistema democrático, para ejercer la crítica, podemos empezar leyendo el libro de Lucía Lijtmaer