Calores otoñales en Sevilla. Problemas de aire acondicionado en la comisaría dificultan la concentración a pesar de que, se momento, se respira una calma chicha. Eva Gallego acaba de llegar a la unidad y el tiempo pasa en la necesaria adaptación, teniendo en cuenta las peculiaridades de la nueva agente.

No obstante, es la calma que precede a la tempestad. Tres crímenes brutales se producen en un corto espacio de tiempo. Tres crímenes pensados y que tienen una característica común. Los tres vinculados a la Sevilla histórica. Y los tres vinculados con animales. Una conjunción extraña que pone a la comisaria Vargas ante la resolución de asesinatos perpetrados por un asesino en serie. Unos crímenes que, en varios episodios de la novela, dan sentido a aquella frase de Nietzsche de que todo lo que se hace por amor termina más allá del bien y del mal.

Una novela bien construida y que combina perfectamente una alta tensión personal con la resolución de unos crímenes que quiere ser globales en estos tiempos de internet y de generación e imitaciones de comportamientos. Posiblemente podría haberse sacado más pinta al Ponte Vecchio y a la inspectora italiana. Una sensación similar a la que produce el run run neoyorquino que nunca acaba de aparecer. En todo caso, es un punto menor en la novela.

Es una novela, además, del desorden psicológico que está provocando la globalización y los cambios de la sociedad y cómo repercute en evoluciones personales carentes de lógica. Desquicies en tiempos de crisis, como la de 2008 y su gran impacto social. Pero no sólo del asesino sino también de otros personajes.

En fin, el peso de la tradición del campo en Andalucía. Evolución de industrias familiares, con comportamientos tapados, protección mal entendida. Impacto de las pasiones sexuales extremas y el pudor a reconocerlas. Y por último, la lucha de los animalistas y sus contradicciones.

Elementos todos ellos que están presentes en la novela y que están muy bien entrelazados. Es una novela que engancha y que puede ser excelente para este fin de semana preprimaveal. Es una obra que acredita la solidez de la autora, Susana Martín Gijón, de la que ya nos dio pruebas en la anterior novela, Progenie, y que aquí lo ha reafirmado. 

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