Elecciones europeas: instrucción, entusiasmo, organización

Las elecciones para el Parlamento europeo se celebraron ayer y se abre un periodo de tres años en el que teóricamente, sólo habría que celebrar dos elecciones autonómicas. Los avatares de la política pueden hacer algo diferente, pero, frente al nerviosismo de Macron, creo que hay que ver las cosas con cierta perspectiva electoral y ponerse a trabajar para que dentro de tres años, en las elecciones generales, los resultados sean otros.

Esta es la única que se puede tener. Los resultados son malos. Ha ganado la derecha de forma generalizada, aunque sea con el voto dividido en tres partidos. Partidos que, en el caso de que se necesiten, harán lo de siempre: aparcar las diferencias y fijarse en lo que les une. Y ahí conquistarán el Gobierno. Por ello, o la izquierda, la del Gobierno de coalición y sus cercanos, se toma en serio la dificultad que tenemos que sólo se puede solucionar con política, política, política.

Las fuerzas de la vieja Europa

 

Es cierto que la labor del Gobierno de coalición no es sencilla con las mayorías que hay y la crítica diaria que recibe. Pero nadie ha dicho que gobernar sea fácil. Y si tocas algunos aspectos de los intereses del establishment, resultará especialmente complicado. Pero, insisto, es una constante histórica que cuando surge un Gobierno o un movimiento para cambiar la realidad “se levantan en santa cruzada todas las fuerzas de la vieja Europa”, como decían Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. 

Por ello, en esta tesitura, lo que hay que hacer es alejar los fantasmas que pueden separarnos de lo que resulta factible y progresar en lo que sea posible. Pero aquí hay un dato que no podemos olvidar: no es lo mismo tener el gobierno que tener el poder. Y hay que ir dando pasos para que el poder cambie de manos. No se puede ser tan naif que se piense que con ello las derechas nos van a tratar mejor cuando recuperen el Gobierno y lo acumulen a todo el poder que ya tienen, incluso en los aparatos del Estado y de sus organismos cercanos y empresas públicas. 

 

Potenciar lo que une, retrasar lo que separa

 

El problema más grave que veo en este momento es la fragilidad y debilidad de la izquierda a la izquierda del PSOE. La pura realidad es que el Gobierno de coalición depende de ellos; de su capacidad de volver a tener la fortaleza que permita inclinar la balanza electoral hacia la izquierda con programa, proyecto y propuestas. Derechos, más derechos.

La división de SUMAR y PODEMOS; de PODEMOS y SUMAR constituye el problema de mayor envergadura. A los ojos de la ciudadanía se ve como una discusión sobre lo no importante -quien- frente a una suficiente armonía en el qué hacer. Y cuando los egos se llevan por delante a los proyectos; cuando se meten en la batalla cainita de ver quién es el que da el carnet de la izquierda auténtica, el problema es extraordinariamente grave.

Y además, la ciudadanía ve que está ocurriendo lo que Marx contaba en el Golpe de Estado de Luis Napoleón: la historia se repite, en un caso como tragedia en otro como farsa. Fueron los gérmenes de esta división los que acabaron con el mejor Ayuntamiento de Madrid, el de Manuela Carmena y el que impidió que abrió una autopista para el Gobierno PP, Ciudadanos, VOX que ha creado a Isabel Diaz Ayuso y sus políticas similares a las de Milei. Comparen esto con Angel Gabilondo.

Las listas electorales de las elecciones de julio del año pasado no se configuraron bien, la tensión previa llevó a la gente a la abstención y la crisis posterior condujo a mayor desafección. Es lo que siempre pasa: después de una crisis nunca se sale más fuerte sino más débil. Y aquí, lo que se suele hacer es recordar un fragmento de la película La vida de Brian.

A partir de aquí, la izquierda tiene que iniciar un camino para reinventarse. Ha dejado que la derecha cope el poder cultural y está dejando que acumule poder político. No ha comprendido cómo se hace política en la era de las redes sociales y ha dejado que desde una cuenta de X se tenga casi los mismos votos que SUMAR. Es la prueba palpable de lo que está ocurriendo. Hoy no sólo se debe decir, como decía Gramsci que “la realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”. Hoy hay que añadir que quien controla los canales controla la realidad. Y los medios, y las redes sociales son medios, están muy controlados por la derecha. No hay medios a la izquierda de PRISA con capacidad de influir… y todos sabemos lo que significa eso. ¿Hace falta recordar aquella frase de Gramsci de que “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. 

La dimisión de Yolanda Diaz abre un camino, complejo pero que hay que transitar. Un camino que solo puede conducir a la confluencia y a la organización; en la que todos deben estar involucrados, PODEMOS, SUMAR, IZQUIERDA UNIDA y todos los partidos de ámbito autonómico que están en los contornos de estos tres.

No es el momento de echar culpas, porque sería abrir el melón de quién tiene menos. Lo que no puede ser más que la victoria de la tristeza y la melancolía por lo que pudo ser y no fue.   

A instruirse en que más vale encontrar formas de consenso para llevar a cabo una parte importante de aquello en lo que se coincide. A agitarse, porque hay que hacer mucho país, para mejorar como sociedad y para eliminar rémoras del pasado; una tarea en la que las luchas pequeñas no suman, sino restan. Y sobre todo, que, salvo que se quiera ser un movimiento efervescente que quiera decretar un fin de fiesta; hace falta organización, mucha organización. Y que la parálisis por análisis sobre qué organización se quiere, (que en el fondo ha sido sobre los míos y los contra mi) determina el fracaso de la izquierda del PSOE de estas elecciones (y de las pasadas, autonómicas, locales, generales, catalanas, vascas y gallegas…).

 

Parece claro que el viejo mundo, el del Tratado de Utrecht, el de los nacionalismos, se está muriendo día a día. Pero también en este interim surgen monstruos que nos quieren llevar al lado más negro de la historia. Hace un siglo con la segunda guerra mundial. Hoy con movimientos neo y que no son sino un aggiornamento de los del siglo pasado. Luchar contra ellos no es fácil. Y perderse en la batalla de las señas de identidad de la izquierda verdadera es de estúpidos. Porque hay que pensar en lo mucho que se ha hecho desde 2018 y en lo mucho que queda por hacer.