Cuando el calamar se encuentra en una situación de peligro, expulsa la tinta para poder salir de forma desapercibida. Esta técnica en política se configura de forma algo diferente: se utiliza para distraer a la opinión pública en lo accesorio, mientras se procede a aplicar una política que puede dejar muchos damnificados.  

Isabel Diaz Ayuso (y, con ella, Miguel Ángel Rodríguez, su eficaz Director de Gabinete) son expertos en distraer a la opinión pública. Da igual cuando se diga esto, aunque esta semana han estado sembrados.

Sí, hemos tenido dos ejemplos de actuaciones carentes de sentido que hacen que nos olvidemos del calamitoso estado de la sanidad o la educación públicas en la Comunidad de Madrid (y, desgraciadamente, son solo dos ejemplos).

Ayuso ha participado en una ceremonia bufa de toma de posesión como Presidenta de la República Real de Tabarnia en Madrid. Una ceremonia bufa en la que nombró embajador a Ortega Cano y a uno de los integrantes del Duo Dinámico. Todo ello a 40€ el cubierto, y en la que se compara con Isabel la Católica por unir la Tabernia (el Madrid de sus votantes) con Tabarnia… Disparate populista donde los haya que sirvió para llenar algunas páginas de los periódicos. Por cierto, no sé si por una casualidad de la vida, Boadella vuelve a los Teatros del Canal. 

La admiración a la fallecida Reina de Inglaterra Isabel II le hizo decretar tres días de luto oficial, a pesar de la nula vinculación de la monarca británica con la Comunidad de Madrid, que es el requisito usual para que el fallecimiento de un extraño se considere como motivo para luto oficial. Supongo que su nacionalpatriotismo le habrá permitido olvidar qué ha ocurrido con Gibraltar durante el reinado de Isabel II. 

Y, además, Toni Cantó dimitió del puesto que tenía, imaginamos que por el estrés, para generar más tinta.

Pero da igual cuando leas esto. En la semana anterior podrás encontrar cosas parecidas que tienen el mismo objetivo.

Y mientras, los servicios sanitarios están en un estado calamitoso, desmantelando servicios básicos y prestando mal otros por la ausencia de personal y de infraestructuras. La Universidad pública tiene unas carencias brutales que les alejan de sus equivalentes europeos ante el silencio inexplicable de los rectores. La educación pública preuniversitaria va cuesta abajo en la rodada sin profesorado suficiente y con un desvío de fondos hacia la privada. La formación profesional no cubre ni de lejos las necesidades del estudiantado ni de los sectores productivos. No asume las responsabilidades de su actuación, como está ocurriendo con la vergonzosa situación de las viviendas que se caen por culpa del metro autonómico en San Fernando de Henares. Los impuestos bajan para favorecer a los que más tienen y los servicios públicos no tienen suficiente, como ocurre en los casos del transporte público de la Comunidad de Madrid, que cada día funciona peor. 

La opinión pública está en silencio. La tinta del calamar daría para un titular de periódico a diario, que entre bufa y escarnio, que permite disfrazar lo realmente importante, la situación de la Comunidad de Madrid. Los medios de comunicación que quieren reflejar algunos de los desastres de la Presidenta no tienen la suficiente fuerza para conseguir que la ciudadanía vaya a votar en contra de unas políticas que generan despilfarro, empobrecimiento y corrupción. Y la oposición no tiene la capacidad suficiente para que su voz se oiga. Con ello, la estrategia del calamar se acaba pareciendo a la serie japonesa de éxito.

Y las elecciones están a la vuelta de la esquina. A ver si encuentran la forma de romper esta situación (y hacer minipartidos en la izquierda, cual película de Monty Piton, para fijarse en lo que nos separa en lugar que en lo mucho que nos une no es el camino), porque si no nos esperan cuatro años más de desgobierno y malos servicios públicos.