Una estudiante que está terminando la ESO en un Instituto Público de la Comunidad de Madrid me cuenta lo siguiente: Quiero hacer el Bachillerato en Humanidades. Tengo que elegir dos asignaturas opcionales de cuatro posibilidades. Una será francés. Las otras tres son o bien científicas o religión. A mí no me interesan las científicas y la religión me molesta, teniendo en cuenta mis creencias.
La situación descrita es la consecuencia del curriculum aprobado por la Comunidad de Madrid en 2015sobre los contenidos de las enseñanzas de bachillerato, que recoge la religión como un contenido de “oferta obligatoria” en todos los Institutos de la Comunidad de Madrid. Este Decreto es, a su vez, desarrollo del Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato, en donde no se recoge que la religión sea de “oferta obligatoria”. La obligación, por consiguiente, es consecuencia del mandato de Ignacio González como Presidente de la Comunidad de Madrid.
La situación que se acaba de plantear abre numerosos interrogantes:
- El primero es la propia existencia de una asignatura evaluable que sea religión. Es importante reseñar que en todos los centros de la Comunidad de Madrid, la religión aparece en todas las opciones. Podría resultar razonable que fueran “Valores”, “Etica” o la que hubiera resultado tan adecuada de “Educación para la Ciudadanía”. Pero religión en un Instituto público no parece lo más conveniente si se quieren inculcar valores. ¿Resulta esto razonable en el marco de un Estado aconfesional en el que ninguna religión tiene carácter oficial? Podría entender, lejanamente, pero se podría entender una historia de las religiones, pero no una asignatura de “Religión”.
- El segundo aspecto, que desde un punto de vista jurídico nos podría conducir a una cierta arbitrariedad, seria el de la conexión entre los conocimientos de religión y los objetivos que se pretenden con el bachillerato. Se me ocurren muchas más opciones que la propia de la religión para que sirvan a un desarrollo de la personalidad del estudiantado de Bachillerato.
- Si hacemos una comparativa con otras opciones, resulta extraño el hecho de que en la modalidad de ciencias hay más opciones que en las de ciencias sociales y humanidades y que están más vinculadas a los conocimientos que quiere desarrollar el estudiante.
- En el específico caso de humanidades, resulta paradójico que no exista ninguna asignatura opcional vinculada con los conocimientos que quiere desarrollar el estudiante. Y al mismo tiempo, es aún más extraño que, entre las troncales de la opción de humanidades, tenga que elegir una entre Historia del Mundo Contemporáneo, Literatura Universal y Economía. Dicho de otro modo, queda fuera o Historia o Literatura Universal, muy vinculadas a los conocimientos de “Humanidades”. Realmente absurdo, sobre todo teniendo en cuenta que la religión pasa a tener carácter cuasi obligatorio en los casos en los que el estudiante no tenga apego a las ciencias.
La presencia de la asignatura de religión como evaluable (y de oferta obligatoria en la Comunidad de Madrid para el Bachillerato) responde perfectamente a uno de los objetivos más censurables de la LOMCE, la recuperación de la religión (católica) como asignatura evaluable. Algo que claramente no responde a las exigencias de una sociedad abierta como la española de siglo XXI ni a los postulados de un Estado aconfesional y que, desde luego, no forma parte de lo que resulta examinado en PISA, una de las razones que motivaron aparentemente su aprobación.
Desde esta perspectiva, se echa en falta la concepción de la educación que late en la legislación francesa que, desde el siglo XIX, separan Iglesia y Estado en materia educativa o la situación actual del Estado de Massachusetts en EE.UU. en donde sencillamente la cuestión religiosa no forma parte de los planes educativos ni de enseñanza primaria ni de secundaria. Dicho de otro modo, dos modelos distintos pero que conducen a la misma solución: en la educación sostenida con fondos públicos no hay lugar para la religión, ya que es una cuestión privada que se enseña en los hogares. Lo cual nos conduce también a la necesidad de sostener con fondos públicos a la educación privada, los llamados centros concertados -muchos de ellos religiosos-, a los que me referiré con posterioridad.
De hecho, la cuestión religiosa es, en mi opinión, la razón central que motivó la aprobación de la Ley Orgánica 8/2013, para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE, en adelante). Es esta vinculación con la formación católica lo que ha hecho que en la LOMCE se permitan las subvenciones a los centros que tienen a los estudiantes separados por sexos (artículo 84.3), tal como hacen algunos colegios del Opus Dei y que estaba siendo reiteradamente rechazada por los Tribunales de Justicia en aplicación de la normativa anterior.
Es el peso de la Iglesia lo que motivó la pérdida de una asignatura básica para formar ciudadanos con valores democráticos como es la educación para la ciudadanía y cuyos efectos podemos ver día a día. La importancia de la asignatura la muestra Argelia Queralt al señalar que “este tipo de asignaturas, como sus homólogas en otros países, deben perseguir romper con la apatía cívica reinante en Europa a través de itinerarios que prevean mecanismos educativos a través de los que dotar de instrumentos a los estudiantes que faciliten y promuevan la participación en los asuntos públicos. En este contexto, la asignatura pretendía trasmitir a los estudiantes de primaria y bachillerato una suerte de ideario educativo constitucional, esto es, pretendía enseñar la Constitución y el sistema de valores en que esta se asienta”
Es esto lo que motiva que la religión/ética vuelva a ser una materia evaluable y obligatoria, cuando las carencias de nuestro sistema educativo están en otro sitio y cuando la religión se debería enseñar en los hogares. No nos olvidemos que para encontrar un antecedente a esta medida nos tenemos que retrotraer a 1970 y la Ley General de Educación del franquismo que consideraba la religión católica de esta forma. Grave es en etapas anteriores de la formación, pero más absurdo es en un centro público durante el bachillerato.
Esta cuestión es una de las más relevantes que motivan la necesidad de derogar la LOMCE. Lo es por el factor ideológico que acaba transformando la religión en algo casi obligatorio para un estudiante que curse Humanidades en Bachillerato pero lo es también por el poco peso que se proporciona a las políticas educativas de equidad y calidad.