Para Oxford Dictionaries, post-truth es la palabra del año. Su definición es la siguiente: «Relating to or denoting circumstances in which objective facts are less influential in shaping public opinion than appeals to emotion and personal belief». Aquellas circunstancias en las que la opinión pública no se deja influenciar por datos objetivos sino por la emoción y sus creencias personales. Sería una concreción de la postmodernidad aplicada al discurso político y que daría lugar a la democracia postfactual.
La post verdad aparece como el concepto que quiere explicar algunos resultados electores: la victoria de Trump, el Brexit, el referendum colombiano o, entre nosotros, la victoria del PP en las elecciones. No se ha decidido en función de datos objetivos sino de sentimientos que se pueden corresponder con mecanismos de alteración de la realidad, en la medida en que no se ponderan datos negativos de defender una opción y se vota con el sentimiento, por algo que se quiere creer cierto, aunque los datos digan lo contrario.
La palabra no es nueva, ya se usó en 1992 en el marco del escándalo Iran-Contras, dentro de un artículo de Steve Tesich en la revista The Nation. Este año se ha utilizado mucho fuera de nuestras fronteras, especialmente en el mundo anglosajón, para explicar un comportamiento político que se considera poco racional. De hecho, cuando se habla de la democracia post verdad, se incluye un elemento especialmente negativo: la mentira, que fue un elemento decisivo en el Brexit, con las vertidas a diario por Farange o en la elección de Trump.
En España, el uso del metalenguaje por el Partido Popular para alterar la realidad (recordemos la explicación de la amnistía fiscal por Montoro o del despido de Barcenas por Cospedal) sería otra forma de postverdad. Y desde luego la repetida afirmación de que el PP ha luchado activamente contra la corrupción sería otra manifestación de la postverdad para influir en el electorado.
El uso de la post verdad (casi mejor llamarla mentira previa) deriva del diferente impacto en los medios de comunicación de una mentira grosera frente a una rectificación a posteriori. Vamos a expulsar a 11 millones de emigrantes, dice Trump ¿es creíble? Da igual que ahora lo reduzca a 3, lo relevante es que el trabajador en paro ve una expectativa, deshonesta pero expectativa.
Posiblemente, la razón de la utilización de este tipo de técnicas deriva del peso relevante de técnicas de marketing en la configuración del discurso político que acaba teniendo muchos aspectos de cascarón vacío en el que cabe casi todo. Un tipo de discurso muy favorecido por el narcisismo social, el amplio uso de internet y su falta de filtración de la verdad.
Pero no podemos olvidar que este tipo de problema está afectando también a la prensa, que ha transformado su función informadora para crear una opinión en la que vale casi todo. Mucha opinión, poco análisis. De igual forma, el uso interesado de las encuestas para dirigir el voto, podría entrar en este tipo de comportamientos.
Y que hoy se recurre a la postverdad para agrandar un currículum jugando, por ejemplo, con tener un doctorado o tener estudios de doctorado , para mejorar la opinión de una empresa o para alterar las cuentas de un ente público (¿se acuerda, lector, cuando prostitucion y tráfico de drogas subieron nuestro PIB? En definitiva el uso de la postverdad está mucho más extendido.
Al mismo tiempo el uso de este tipo de lenguaje podría conducir a la decepción. Decepción por la imposibilidad de conseguir los objetivos. Decepción que se mitiga por el olvido de lo acaecido antes de ayer y porque otra post verdad hará creer otra falsa ilusión. Y, en medio, una ausencia total de penalización de la mentira.
Malos tiempos para la política. Malos tiempos para la sociedad.