Cuando nos aproximamos a los Estados Unidos y observamos tanto su devenir actual como su historia vemos que existen elementos ciertamente dignos de elogio, al tiempo que hay otros que son muy censurables. Ha sido una constante, que ha hecho que un país nacido de la Revolución liberal burguesa, que fue motor del cambio de régimen tenga tantas contradicciones en su desarrollo.

Hoy quiero aproximarme a la historia de los EE.UU. para ilustrar estas contradicciones partiendo de uno de los Padres fundadores de los EE.UU., Thomas Jefferson (1743-1826), para concluir con el recordatorio de la sentencia Brown de 1954.

thomas Jefferson

Jefferson fue un filósofo y político estadounidense, tercer Presidente de los Estados Unidos (1801-1809) y redactor principal de la Declaración de Independencia (1776). Es considerado como uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos. Murió el 4 de julio de 1826, coincidiendo con el cincuentenario de la declaración de independencia y el fallecimiento de su  predecesor, rival electoral y amigo John Adams.

Pertenecía a la aristocracia de los grandes hacendados del Sur (Virginia). Sus inquietudes intelectuales le acercaron a las ideas de la Ilustración y le llevaron a adquirir grandes conocimientos de historia, literatura, derecho, arquitectura, ciencias y filosofía. Como diplomático y amigo de intelectuales británicos y franceses, tuvo acceso directo a la cultura y al pensamiento europeo, que aplicó posteriormente en su nación. Defendió la tolerancia religiosa y una enseñanza pública igualitaria.

Jefferson fue gobernador de Virginia durante la Guerra de la Independencia (1779-1781). Luego fue miembro del Congreso, defendiendo sin éxito la abolición de la esclavitud. Como embajador de Estados Unidos en París (1785-1789), aprovechó su experiencia para asesorar al primer gobierno surgido de la Revolución francesa (1789). Más tarde fue nombrado por George Washington primer Secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores) de Estados Unidos (1790-93).

En la Declaración de Independencia plasmó las ideas de John Locke. Su defensa de la democracia, de la igualdad, del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos y del derecho natural de los hombres “a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” han marcado la historia posterior de los Estados Unidos. Promovió el republicanismo de su país. Anticipó la visión de Estados Unidos como un “gran imperio de libertad” impulsor de la democracia.

La Declaración de Independencia americana de 1776, que él ayudó a redactar, se convirtió en una verdadera encarnación de los derechos inalienables del hombre, adelantándose a la Declaración de derechos francesa de 1789 e incluso impulsándola. Apoyó la separación entre Iglesia y Estado y fue el autor del Estatuto para la Libertad Religiosa de Virginia (1779).

Fue cofundador del Partido Demócrata-Republicano, que dominó la política estadounidense durante 25 años (y que está en el origen de los dos partidos actuales, aunque durante muchos años el demócrata era el más conservador y el republicano el más progresista)..

Lo más relevante de sus dos mandatos fue la consolidación de un reparto de funciones entre los poderes constitucionales, según el cual el gobierno federal se encargaría de la defensa y la política exterior, dejando a los Estados una amplia autonomía política interior; con ello llevó a la práctica sus convicciones filosóficas sobre la necesidad de limitar al poder para salvaguardar la libertad. Jefferson también favoreció la futura expansión de los Estados Unidos, al adquirir a Francia el extenso territorio de Luisiana (1803) y potenciar las exploraciones hacia el oeste de Lewis y Clark (1804-06).

Siguiendo el ejemplo de George Washington, no se presentó a una tercera reelección (en 1808 se impuso el también republicano Madison), se retiró a cultivar sus múltiples aficiones intelectuales (1809) y fundó la Universidad de Virginia (1819), que fue declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Estos factores positivos de su trayectoria se tornan en negro cuando observamos algunos datos de su vida particular:

  • Condenó la esclavitud como institución, considerándola una violación del orden natural de las cosas. De hecho, se opuso a la trata de esclavos, aunque sostuvo que los ya existentes en América no debían ser emancipados.
  • No obstante, tuvo esclavos toda su vida, más de seiscientos en su finca de Monticello. Permitió e incluso ordenó la violencia contra sus esclavos para que no intentaran escapar.
  • A pesar de sus posturas idealistas, justificó la esclavitud con sus ideas racistas. Mantenía que los negros necesitaban la ayuda de los blancos al no ser capaces de dirigir sus propias vidas.
  • Mantuvo una relación con Sally Hemings, una de sus esclavas, 30 años menor que él y con la que tuvo seis hijos.

Como se puede apreciar una postura absolutamente contradictoria con el artículo 1 de la Declaración de Virginia, que señala que «todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes, y tienen ciertos derechos inherentes, de los cuales, cuando entran en un estado de sociedad, no pueden ser privados o postergados; en esencia, el gozo de la vida y la libertad, junto a los medios de adquirir y poseer propiedades, y la búsqueda y obtención de la felicidad y la seguridad».

El debate sobre la esclavitud fue uno de los más relevantes de la sociedad estadounidense del siglo XIX. Los Estados del Norte hicieron la guerra civil para preservar la Unión y para acabar con la esclavitud. Una vez finalizada la guerra, se promulgaron las enmiendas 13.ª (1865), 14.ª (1868) y 15.ª (1870), que, respectivamente abolían la esclavitud; aseguraban la ciudadanía a todas las personas y les garantizaban los derechos de libertad y de propiedad en condiciones de igualdad, y, por último, establecían la igualdad en el voto. Sin embargo, la sociedad norteamericana, tanto del Norte como del Sur, estaba en su conjunto contra la plena igualdad racial (habiendo, naturalmente, notorias diferencias en las convicciones que sobre la igualdad tenían los ciudadanos del Norte y los del Sur). Una cosa era acabar con el sistema esclavista y otra muy distinta que blancos y negros fuesen a las mismas escuelas, se bañasen en las mismas playas, comiesen en los mismos restaurantes, utilizasen los mismos medios de transporte, etc.

La doctrina «separados pero iguales» [separate but equal] era la dominante en la sociedad de finales del siglo xix y en la jurisprudencia del TS.

Precisamente por ello, la sentencia  Brown v. Board of Education (1954) es una de las más relevantes en la historia del Tribunal Supremo de los EE.UU. Su trascendencia afectó no sólo al problema que estaba planteado, la segregación racial en los colegios, sino al propio devenir del Tribunal Warren. En efecto, si no hubiese tenido éxito en este asunto resultaría dudoso que la trayectoria del Tribunal se hubiera podido desarrollar en los términos en los que lo hizo, pasando a la historia como un gran defensor de los derechos fundamentales y una determinada visión progresista de política social en los Estados Unidos.