En memoria de José Maldonado Ramos, Abogado del Estado.
Hay gente que ha venido a este mundo a hacer (bien) su trabajo y montar poco ruido. José (Pepe, en el siglo) era uno de ellos y a nivel superlativo.
La fusión de BBV y Argentaria -ahora se cumplen 25 años- fue relativamente pacífica, pero lo cierto es que en seguida salió a la luz el asunto de los fondos en las islas del Canal y los equilibrios -la copresidencia y la codirección- estallaron en mil pedazos, quedando en el machito sólo una de las dos partes, la que inicialmente parecía más débil. Pues bien, el bueno de Pepe, que estaba en el medio, no solo no sufrió lo más mínimo, sino que, en su ámbito, se acabó alzando con el santo y la limosna. Y, se insiste, con toda discreción.
Más tarde, los directivos de la entidad -los que habían ganado la batalla anterior- tuvieron la feliz idea de enredarse en pláticas con Villarejo, pero Pepe volvió a mostrar su proverbial habilidad: ha sido imputada mucha gente, pero de él no se ha sospechado nada nunca.
Difícil papel, sí, el de los Abogados internos de las empresas, que no tienen clientes sino jefes a los que no resulta sencillo contrariar en sus ocurrencias. Pepe venía entrenado de las sociedades estatales -Astilleros Españoles o la Iberia de entonces, que no eran precisamente balsas de aceite- y, a la vista de cómo luego se desempeñó, había aprendido muchísimo. Hombre listo. Y también muy sereno: capaz de combinar la dureza granítica con los modales más exquisitos.
Y otro rasgo de su personalidad: nada divo. El virus del endiosamiento no le alcanzó. Y más a su favor: era un finísimo gastrónomo. En coherencia con ello, adoraba (más que Mallorca) Fuenterrabía: era frecuente encontrarse a él y a Mate desayunando en Kai-Alde. Persona de buen gusto, y no lo digo sólo por el paladar.
De casta le venía al galgo: hijo de José Maldonado Fernández del Torco y sobrino de Jaime Guasp, éste último fallecido precisamente a orillas del Bidasoa.
Un par de referencias personales, para terminar. En 1997 tuvimos ocasión de colaborar de manera estrecha cuando Julián Martínez-Simancas nos encargó para el BCH un libro sobre el Estado de las autonomías. Y, desde hace décadas, todos los años nos encontrábamos en la comida de nochebuena en El Pescador, en la calle Ortega y Gasset. En fin, pongo sobre la mesa que en julio de este 2024, poco antes del verano, nos dimos un homenaje en Harambure, en la calle precisamente llamada Maldonado, ocasión que debía verse replicada después de las vacaciones. No ha habido ocasión y bien que es para sentirlo.
Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz