Correos acaba de emitir el sello que abre este post, dedicado a la Ermita de San Baudelio, en Casillas de Berlanga (Soria). Un sello, sin duda, reivindicativo de nuestro patrimonio histórico y que exterioriza las dificultades que ha tenido su protección. El primer centenario del expolio es un momento adecuado para recordar aquellos hechos.
La ermita de San Baudelio, construida en el siglo XI y de estilo mozárabe, atesora unos frescos (de los que hoy conserva sólo una parte en su interior) que son una manifestación del arte prerrománico y que constituyen un conjunto especial. Se encuentra en una zona de la provincia de Soria que, como ya señalé en otra entrada, atesora un patrimonio artístico tan considerable como desconocido.
Constituyen un tipo de pintura tan sumamente escaso y con una calidad tan considerable que ha sido considerado la Capilla Sixtina del prerrománico. Posiblemente no haga falta recurrir a estas comparaciones porque son un valor en sí mismo,
La ermita y sus frescos disponen de toda la protección jurídica, algo diferente a lo ocurrido a final del siglo XIX y principios del siglo XX y que permitieron su expolio
La documentación sobre el expolio de la ermita refleja la escasez de medios y la falta de consideración jurídica que existía en la época para la protección del patrimonio histórico, a pesar de que desde 1917 tenía la consideración de Monumento Nacional.
Como es conocido, en 1922 se produjo la venta de las pinturas, por parte de un grupo de vecinos de Casillas de Berlanga a un anticuario, Leone Levi, por encargo del coleccionista Gabriel Dereppe, quien trabajaba a su vez para un anticuario internacional J.Demotte. El destino último de los frescos eran museos estadounidenses. 65.000 pesetas de la época fue lo que recibieron los vecinos. Sin duda una fortuna en la zona y la época y que el Estado no quiso pagar para quedarse con los frescos, a pesar del derecho de tanteo de que disponía.
En el proceso de venta y usurpación, conviene recordar el papel que cumplieron dos números de la Guardia civil, que, con una acción improvisada, evitaron que se materializara el expolio sin un examen jurídico adecuado. Conviene recuperar lo que se explicaba en El Avisador Numantino de 8 de julio de 1922 (el número íntegro del periódico se puede consultar aquí. La página 2 está dedicada al expolio, con todo lujo de detalles):
“El día 3 del actual [julio de 1922], a las ocho de la noche, hallábase el Capitán de la Guardia Civil D. Felipe Pascual Palomo, en el casino en el Burgo de Osma, donde recibió la confidencia verbal de que varios extranjeros estaban trabajando de día y de noche en la ermita de San Baudelio para arrancar las pinturas que decoran aquel Santuario. Inmediatamente el Sr. Palomo salió en automóvil particular para Casillas, sin dar cuenta de su determinación al Gobernador, por estar cerrada la estación telegráfica.
En Berlanga se unió al Capitán el Teniente Sr. Pelarda y ambos dirigiéronse a la ermita de San Baudelio, donde llegaron a las 10 de la noche.
Estaban en aquel lugar dos individuos extranjeros, uno durmiendo en la puerta de entrada al templo y otro despierto, en el interior, al cuidado de una hornilla encendida. Preguntó el Capitán qué hacían allí, —Estamos trabajando —contestaron— por orden de nuestro amo D. León Leví.
El Sr. Palomo dio la orden de que no continuaran los trabajos. Observó que todos los muros estaban cubiertos con lienzos.”
El papel del Registrador de la Propiedad de Almazán, Juan Francisco Marina, también constituyó un elemento sobre el que habría que poner un severo ojo crítico por haber facilitado que los vecinos aceptaran la compraventa,
El Tribunal Supremo, en su increíble sentencia de 12 de febrero de 1925, por el absurdo interno que plantea, aceptó que la venta era legítima. La concepción imperante del derecho de propiedad y la falta de reconocimiento del valor jurídico de las inscripciones registrales y de su declaración como Monumento nacional, fueron los elementos que están detrás de esta resolución.
El resultado de todo lo anterior, del contrato de compraventa, de la inactividad administrativa y de la desastrosa sentencia del Tribunal Supremo es que, se permitió la salida de los frescos hacia Londres y, de ahí a los Estados Unidos de América.
Hoy hay frescos de San Baudelio en el Fine Arts Museum de Boston, Indianapolis Museum of Arts, Cincinatti Arts Museum y el Metropolitan Museum de Nueva York. En 1957 este último prestó al Museo del Prado, en calidad de depósito indefinido, seis lienzos: El oso, El guerrero, Motivos decorativos, El elefante, La caza del ciervo, y La cacería de las liebres. A cambio, recibió el ábside románico de la iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia).
La ermita ha sido propiedad privada hasta hace bien poco tiempo. Una historia jurídica de herencias, ventas, censos enfitéuticos, pelitos entre particulares componen una historia merece la pena ser leída. De hecho, la Iglesia Católica se la intentó apropiar sin éxito. En 1952 la Fundación Lázaro Galdiano compró a los doce vecinos propietarios legales, la ermita, cediéndola dos años más tarde al Ministerio de Educación.
Hoy la ermita ha sido protegida jurídicamente y su estructura fortalecida. El sello es el reconocimiento a la necesidad de protección de bienes inigualables que tenemos a lo largo de la geografía nacional