El pozo, de Berna González Harbour
Una niña de 5 años cae por un estrecho pozo ilegal que está sin tapar. La angustia personal de la familia corre paralela a la conmoción pública motivada por un seguimiento exhaustivo de la noticia por los medios de comunicación. Mientras, en la Audiencia Nacional se desarrolla un juicio con jurado para esclarecer el homicidio de la madre del acusado el día que el Madrid conquista su última Champions League. Un jurado del que forma parte una de las periodistas centrales de uno de los canales de televisión que suele encargarse de noticias de máxima audiencia.
A partir de aquí la novela tiene un hilo vertebrador, cuál es la actuación que debe llevar un medio de comunicación. Greta, la periodista, se ve aparentemente superada durante la noticia por Melania, una presentadora de largas piernas, falda corta y melena perfectamente arreglada. Es el peaje que debe pagar por cumplir con el deber de acudir como miembro del jurado; desoyendo los intentos reiterados del director de la cadena de incumplirlo.
El problema del pozo se sitúa en los alrededores de Madrid, en el seno de una familia en la que se quiere extraer una problemática especial en el que se aúna una muerte de un niño con anterioridad, un divorcio mal gestionado y una pareja de Rumanía. Un cóctel perfecto para un tratamiento periodístico sensacionalista. El problema no era el rescate de la niña sino su triciclo, los problemas de los padres e incluso cómo se canalizaban las entrevistas que se reclamaban por los medios de comunicación.
Los picos de audiencia son el único referente para el director del medio. Para ello, no hay tapujos en pretender que Greta no acuda al jurado, que Melania lleve la falda cada vez más corta o que se recurra a los aspectos más íntimos y turbios de la historia familiar. Todo lo cual se adreza con los intentos de manipulación de la protagonista. Más aún, se descontextualizan imágenes con la finalidad de aparentar lo que no hay. Y se pondera la imagen de Melania, la sustituta, frente a los sobacos sin depilar y los kilos de más de Greta. Imagen o contenido.
La autora es, o ha sido, periodista y debe conocer bien cómo se gestionan estos casos en unos medios que no son precisamente los más reputados de Europa, como señaló este artículo hace algunos años. La novela plantea, al mismo tiempo, un debate que toma tintes cínicos cuando se recurre a diálogos de la protagonista con el cámara que acompaña (con un largo historial en conflictos de guerra) o con su padre o con el responsable de la sección cultural.
El libro es interesante, la lectura fácil y adictiva. La autora conoce bien su oficio y, de hecho, ha obtenido el premio Dashiell Hamett de novela negra por “El sueño de la razón”. Planteada como una narración de la protagonista engancha al lector desde el comienzo. Todo el drama principal, todo el drama secundario (el del crimen de la final de la Champions en cuyo jurado está Greta y cuya investigación tiene numerosos puntos flojos y en los que también pesa el conflicto entre apariencia y realidad), e incluso los dramas personales de la protagonista, componen un cuadro bien trabado del que sólo se puede recomendar su lectura.