La protesta iniciada en los campus de las Universidades de los Estados Unidos ha llegado a España. Los estudiantes de las universidades con mayor número, han iniciado protestas en defensa del pueblo palestino y, asimismo, de una legalidad internacional vulnerada desde el año 1947. No es sólo lo que ocurre en Columbia o Berkeley, sino que Estambul, La Sorbona, Berlín, Sheffield, Ciudad de México, Tokio, Brisbane, Sidney o Melbourne han visto manifestaciones estuiantiles contra la agresión en Gaza, las matanzas de palestinos y otra violación más del Derecho internacional
Estas manifestaciones han llegado, como por otra parte era previsible. Nuestra Universidad, su estudiantado, no se puede sustraer a un movimiento como el que se está viviendo en otros lugares del mundo. Intentar pararlo, es poner puertas al campo.
La lucha del pueblo palestino es una lucha por la paz y los derechos humanos frente a la agresión israelí. Por ello, entra perfectamente en lo que constituyen los fines de la Universidad. Si cogemos los Estatutos de la UCM, aprobados en 2017 por el Gobierno del PP, vemos que entre sus fines se encuentra “el impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente como elementos esenciales para el progreso solidario” o “la formación en valores ciudadanos de los miembros de la comunidad universitaria”. Tanto lo uno como lo otro suponen que en la Universidad se hace política. Y supone, de nuevo, que la Universidad dice NO A LA GUERRA.
La reivindicación del BDS (BOICOT, DESINVERSIONES Y SANCIONES) no es otra cosa que traer hoy una reivindicación que lleva años. Y que, por otra parte, fue lo que acabó con el Apartheid en Sudáfrica.
Quien no lo entienda es que no sabe qué es la Universidad, aunque sea una alumni ilustre. Por ello, no se entiende que, según señala la prensa, desde la Presidencia de la Comunidad de Madrid se haya intentado paralizar el proceso de protesta, imagino que por el miedo a que se extienda a otros ámbitos, teniendo en cuenta el contenido crítico que surge de la Facultad en la que han surgido las protestas.
Si en la Universidad tenemos que hacer “creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, de la técnica y de la cultura”, estamos analizando críticamente la sociedad que nos toca vivir y adoptar medidas para cambiarla. Es lo que ocurrió en el franquismo, lo que ocurrió con las protestas de todo tiempo y que en este momento se proyectan sobre la realidad palestina. Y es el pensamiento critico que surgió y se manifestió en Rectorados como el de Carlos Berzosa, entre 2003 y 2011.
En la UCM, el movimiento ha surgido de la Facultad con más espíritu crítico, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Política de paz, política en las relaciones internacionales. Política en sentido estricto.
Es cierto que ante las flagrantes violaciones de la legalidad internacional, habidas desde 1947, con la ocupación sucesiva de territorios palestinos, sirios y jordanos; de los episodios de vulneración de derechos humanos, que llegan al apartheid; es también un problema jurídico que incumbe a su facultad. Porque no olvidemos que la enseñanza del Derecho internacional pasa, necesariamente, por examinar las violaciones flagrantes de la legalidad internacional y los remedios limitados que ofrece el marco de la Organización de las Naciones Unidas.
El conocimiento que se enseña en las Universidades no es sólo técnica. De entrada, porque la técnica no está exenta de orientación ideológica. Hay técnica de derechas y de izquierda. Pero, si se quiere formar estudiantes universitarios en sentido estricto, si se quiere fomentar el pensamiento crítico (que, sirve, además, para ser buenos técnicos), hay que felicitarse del movimiento. En definitiva, frente a la Universidad atóna, Otra Universidad es Posible.