Como cada Navidad, el discurso del Rey entra en los salones de las casas.
El oficio de kremlinnologo tuvo mucho trabajo en los tiempos de la URSS. Consistía en determinar la posición real de los dirigentes soviéticos en función de la cercanía al Secretario General en las fotografías que se publicaba. La glásnost, transparencia, terminó con esto en los tiempos de Gorbachov.
Con los discursos del Rey está pasando algo parecido. Son tan deconstruidos, juegan tanto a decir sin decir, a insinuar por no aparentar posicionamiento entre los partidos, que al final hay que dedicarse a la elucubración para ver qué quiere decir realmente. Y lo que debería haber dicho queda siempre en una nebulosa sujeta a interpretación.
La crisis institucional de la falta de renovación del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial (que, recordemos, que está “en funciones” desde hace más de cuatro años) es lo que se ha definido con el eufemismo “erosión de las instituciones”, y era el tema esperado en el discurso de 2022.
Veamos cómo lo ha abordado.
Tras afirmar
Las democracias en el mundo están expuestas a muchos riesgos que no son nuevos; pero cuando hoy en día los sufren, adquieren una particular intensidad. Y España no es una excepción. Pero hay tres sobre los que quiero detenerme porque me parecen muy importantes: la división es uno de ellos. El deterioro de la convivencia es otro; la erosión de las instituciones es el tercero.
Lo ha desarrollado del siguiente modo:
“En esa tarea, necesitamos fortalecer nuestras Instituciones. Unas Instituciones sólidas que protejan a los ciudadanos, atiendan a sus preocupaciones, garanticen sus derechos, y apoyen a las familias y a los jóvenes en la superación de muchos de sus problemas cotidianos. Instituciones que respondan al interés general y ejerciten sus funciones con colaboración leal, con respeto a la Constitución y a las leyes, y sean un ejemplo de integridad y rectitud. Y este es un propósito diario con el que las Instituciones debemos estar siempre comprometidas.
Creo que, en estos momentos, todos deberíamos realizar un ejercicio de responsabilidad yreflexionar de manera constructiva sobre las consecuencias que ignorar esos riesgos puede tener para nuestra unión, para nuestra convivencia y nuestras instituciones.
No podemos dar por hecho todo lo que hemos construido. Han pasado ya casi 45 años desde la aprobación de la Constitución y claro que han cambiado, y seguirán cambiando, muchas cosas. Pero el espíritu que la vio nacer, sus principios y susfundamentos, que son obra de todos, no pueden debilitarse ni deben caer en el olvido. Son un valor único en nuestra historia constitucional y política que debemos proteger, porque son el lugar donde los españoles nos reconocemos y donde nos aceptamos los unos a los otros, a pesar de nuestras diferencias; el lugar donde hemos convivido y donde convivimos en libertad.”
Más allá del entusiasmo de EL PAÍS y de otros medios, a mí me resulta fatuo e insuficiente. Como he recordado en diversas ocasiones, el Rey tiene una función constitucional muy relevante: “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”, tal como dispone el artículo 56.
En este momento, la quinta institución del país tiene 11 miembros en lugar de 12 y no hay posibilidad de cubrir ese puesto. Tiene, además, cuatro Magistrados con el mandato caducado, entre ellos el Presidente y el Vicepresidente. De ellos, dos han sido designados pero no se quiere proceder a su nombramiento. Los dos restantes estamos lejos de poderlos cubrir. Pues bien, esta institución, el Tribunal Constitucional, no ha sido ni citada.
El Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno del Poder Judicial, lleva más de cuatro años con el mandato caducado por la falta de voluntad del Partido Popular y de sus afines. Ocho de sus integrantes bloquean la renovación del Tribunal Constitucional y el Presidente es interino tras la dimisión del anterior. Tampoco ha sido citado.
Podríamos decir que es una curiosa forma de arbitrar en el acto con más repercusión pública del Rey al cabo del año, ya que lo han visto más de 7 Millones de personas.
Por ello, solo cabe decepción. Supongo que habrán ponderado el riesgo de ir más allá. Pero esto me recuerda un cóctel en que me ofrecieron tortilla de patata deconstruida, cuyo parecido con el original era pura coincidencia.
Y un recordatorio a la gran cuestión social ausente: la violencia de género.
El discurso completo se puede leer aquí